Denuncian al padre de un alumno del Palermo Chico por presuntos abusos a compañeros de su hijo
Una causa en trámite en la Justicia nacional investiga a un padre de alumnos del Palermo Chico, un colegio privado de la ciudad de Buenos Aires, por presuntas conductas reiteradas de abuso sexual, corrupción de menores y otras imputaciones conexas. El imputado es Marcelo Porcel, un poderoso empresario que fue concesionario de Oh! Buenos Aires -habría salido del emprendimiento hace unos meses-, el predio donde antes funcionó el Design, en el corazón de la Recoleta, e hijo del histórico fundador de Argencard, la tarjeta de crédito que en los años noventa se vendió al Grupo Exxel. Se trata de un expediente que empezó con el relato de seis compañeros del hijo del denunciado. Ya son 10 los que se presentaron frente a un tribunal para denunciar los abusos que tuvieron como escenario la lujosa torre Le Parc, en Godoy Cruz y Cerviño, otro departamento frente a este edificio, y la oficina de Porcel, a pocos metros del Obelisco porteño. La denuncia, del 5 de julio de 2024, dio origen a la causa número 36.627/2024, radicada en el Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional N°50, a cargo de Carlos Manuel Bruniard, con intervención de la Fiscalía Nacional en lo Criminal y Correccional N°1, cuyo titular es Pablo Turano. El expediente se encuentra en plena etapa de investigación. En el medio está el peregrinaje silencioso de un grupo de padres del colegio Palermo Chico que, a pedido de sus hijos que decidieron contar su verdad, denunciaron a Porcel. No bien se inició la causa, el magistrado dispuso una medida cautelar que prohíbe al imputado cualquier tipo de contacto −directo o indirecto− con las presuntas víctimas y sus familias. Esa perimetral impidió a Porcel acercarse al Colegio Palermo Chico y también al club Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires (GEBA), donde varios de los denunciantes juegan en un equipo de fútbol. Los relatos de los chicos son coincidentes. Todos describieron una metodología que se basaba en la complicidad de un adulto con un grupo de adolescentes de 13 o 14 años en el que el imputado ocupó, durante años, un lugar central. Padre de varios alumnos del colegio, participaba activamente de actividades deportivas, organizaba encuentros en su casa, se ofrecía para trasladar chicos y se mostraba permanentemente disponible. Esa disponibilidad, que en un primer momento fue interpretada como generosidad, empezó a cambiar con el tiempo. Reuniones que terminaban casi siempre en su domicilio, marcada insistencia para que los chicos se quedaran a dormir, participación constante del adulto en espacios que suelen pertenecer al mundo adolescente. Nada de eso, por sí solo, activó una denuncia. Tampoco el intercambio frecuente de mensajes por WhatsApp con menores, ni la naturalidad con la que −según relatan varios padres− el adulto se integraba a conversaciones, juegos y confidencias. El límite, como suele ocurrir en estos casos, se corrió de a poco. Los hechos que hoy investiga la Justicia describen una escalada. Primero, la provisión de alcohol en reuniones de adolescentes. Luego, incentivos económicos: dinero a cambio de consumir bebidas alcohólicas, premios por “aguantar más”, transferencias a billeteras virtuales. Alguna vez, según consta en el expediente, Porcel los habría inducido a ingerir alcohol a cambio de figuritas del Mundial 2022 y otra, habría compensado con dinero a quienes dieran una vuelta en calzoncillos alrededor de la mesa de directorio en una oficina. En algunos casos, los encuentros no se limitaron al domicilio familiar. Parte de las reuniones −siempre según los relatos judicializados− se trasladaron a oficinas del imputado, en horarios nocturnos, con el argumento de no “molestar” a otros adultos que estaban en la torre de Palermo, en su departamento de casi 300 metros, según datos que aparecen en el expediente. Otras fueron en la Torre Le Parc, donde estaba vacío el piso de la madre de Porcel. La logística incluía traslados en vehículo particular y consignas explícitas para no contar lo que ocurría. El expediente incorpora transcripciones de chats grupales en los que el adulto participaba activamente, organizando encuentros y reforzando la idea del secreto. En ese esquema, sostienen los denunciantes, el dinero y el alcohol funcionaban como mecanismos de control. #Miradas