
Feliz y bendecida Navidad. ¿En qué anclas tu fe? Sin fe no podemos buscar aquello que tantos llaman “sanación”
En los días anteriores a navidad surgieron un par de temas en mi vida y en mi trabajo. Uno ha sido el concepto de espiritualidad y otro la evidencia del sufrimiento que subyace a las peores expresiones de nosotros como individuos. Dice Paco Ramos que somos neuróticos, no pendejos, y cuánta razón tiene. El alcohólico, el adicto, el narcisista, el violento...actúan así en respuesta a su sufrimiento. No justifico acciones indebidas, no excuso lo imperdonable, pero entiendo que no todas las opciones están abiertas para todos. Para ser “lo mejor de mí” tendré que procesar mi sufrimiento, y esa es mi responsabilidad. Nadie lo puede hacer por mí. Por supuesto que no hay ninguna garantía de que tendré la opción de andar el camino a lo que llaman “sanación”. No sabré si pude hasta experimentar el éxito. Ese éxito toma años de trabajo. Y a veces sucede casi por accidente. Mis observaciones me han mostrado que mientras hago mi trabajo personal habrá un momento en que me llegarán bendiciones, la gracia divina. Me caerán veintes, se abrirán puertas y parecerá que algo mágico sucedió. Una pista de ello es que me dejará de doler aquello que padecí desde niña. ¿Significa que no sucedió? Absolutamente no. Significa que he dejado atrás mi parte infantil para responsabilizarme de mi vida. Dejaré de culpar a otros por mi situación. Relajaré la interpretación que tengo de lo que puedo y no puedo hacer en mi vida. Relajaré las exigencias que pongo en mí y en los demás. Aprenderé lo que significa la aceptación, la adaptación y la colaboración. Podré observar/me y comprender la diferencia entre quién soy y cómo me comporto.