
Inocente para siempre
Herodes era un cabrón. Perdónenme ustedes la palabra, pero si alguna otra hay para calificarlo sería aún más pesada. No sólo era usurpador del trono que ocupaba: hizo matar a su esposa y a su madre. También asesinó a dos de sus hijos y a todos sus hermanos, pues los veía como amenaza para su reinado. A sus enemigos los mandaba quemar, y él mismo encendía la hoguera. Flavio Josefo, historiador, escribió que bajo el poder de este tirano “los vivos envidiaban la suerte de los muertos”. El emperador Augusto César, que era hombre ingenioso, hizo en griego un juego de palabras acerca del déspota judío. Dijo: “Es mejor ser el un (el puerco) de Herodes que el uion (el hijo) suyo”. Nadie es perfecto, desde luego, pero ahora se entenderá por qué dije al principio que Herodes era un cabrón.